El general (r) William René Salamanca, testigo directo del deslave que borró a Armero el 13 de noviembre de 1985, recordó las fallas y las lecciones del desastre en un texto en el que evaluó la capacidad actual del país para enfrentar catástrofes naturales. Salamanca relató su experiencia de joven subteniente enviado a las labores de rescate y destacó tanto los avances técnicos como las carencias que persisten.
El exmilitar afirmó que Colombia mejoró su capacidad de respuesta: implementó sistemas de alertas tempranas, incorporó tecnología satelital para monitorear volcanes y destinó recursos millonarios a la gestión del riesgo. Salamanca señaló que solo el año pasado el Estado consignó 1,7 billones de pesos para atender desastres, y que la planificación urbana ahora considera la protección de cuencas y la reforestación.
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Sin embargo, advirtió que la vulnerabilidad no desaparece. “Aprendimos, pero frente a la naturaleza siempre estaremos en desventaja”, escribió Salamanca, quien pidió mantener la inversión en infraestructura, formación y simulacros constantes. También reclamó transparencia y continuidad en las políticas públicas para evitar que las obras queden incompletas o sin mantenimiento.
El general recordó episodios posteriores, como el sismo en Armenia (1999), y defendió que esas tragedias impulsaron reformas. A su juicio, la educación en manejo de riesgos —especialmente entre niños y adolescentes— avanzó, pero faltan más recursos orientados a garantizar la operación y sostenibilidad de los sistemas instalados.
En su crónica, Salamanca describió escenas de la emergencia y reivindicó la solidaridad ciudadana: “La tragedia sacó lo mejor de la gente; la solidaridad nos salvó en Armero”, afirmó. Pero dejó una advertencia clara: las mejoras tecnológicas y presupuestales deben traducirse en implementación real y vigilancia continua.


