Una mujer deja de perseguir con su cuchillo de cocina a su marido infiel porque la comida, que pronto le servirá al hombre que intenta matar, se le puede quemar. Un adolescente no quiere seguir la tradición familiar de ‘convertirse en hombre’ con una mujer a la cual le han pagado para ello, mientras que a la comadrona del pueblo se la acusa de bruja.
Se trata de la colección de historias que se encuentran en ‘Somos gente bien’, el libro con el cual el escritor barranquillero Duvan Bolívar logró el primer lugar en la categoría cuentos de la décima sexta edición del Concurso Nacional de Novela y Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín.
En estas diez historias, ambientadas en Barranquilla y La Guajira de los noventa y comienzos del siglo XXI, Bolívar echa mano de sus recuerdos para retratar la violencia, el machismo, la corrupción y las ambiciones que muchas veces se esconden detrás del color, la alegría y el ambiente de carnaval del Caribe colombiano.
Unas historias que acaban de ser publicadas y han logrado una buena acogida, porque más allá del universo Caribe en donde se desarrollan, también es el retrato de una sociedad como la colombiana a la cual aún le cuesta hablar de su propia identidad.
UNIVERSO CARIBE
-Un libro de cuentos con historias que se creían eran cosas del pasado en Colombia…
Creo que en toda la sociedad colombiana aún se encuentran ese tipo de prácticas de padres que llevan a sus hijos a un prostíbulo como ese paso de la niñez a la adultez, como es la historia del primer cuento del libro.
En otro de los cuentos, algo que parece irreal, un hombre es llevado a donde las prostitutas para que se cure del autismo. El antídoto de todo mal es entregarse al deseo, lo cual es algo muy caribeño, como un lugar donde todo lo puede resolver el deseo, entregársela a la plenitud sexual desde temprano.
-¿Por qué el título ‘Somos gente bien’?
Los cuentos muestran y desarrollan varios hechos que son marcadores del Caribe y de la colombianidad, como el camino del contrabando que fue la elección de muchos, de ese denominado camino fácil en los años noventa y ochenta, cuando fuimos testigos de cómo gente de la noche a la mañana compraba casas y autos lujosos, con todas las lógicas del poder que se imponía desde lo ilícito.
Todo eso tiene que ver con el título del libro ‘Somos gente bien’, con ese afán de redimirnos constantemente en la escala social y de limpiar nuestros orígenes, y en la búsqueda incesante de esa salida, muchas veces, lo que hacemos es embarrarla más, echarnos más a nosotros mismos el agua sucia.
-¿Cómo fue la construcción de este libro?
Son seis cuentos nuevos y cuatro más que traje de otra antología que no se pudo publicar, lo que fue bueno porque pude incluirlos en ‘Somos gente bien’ ya que comparten el mismo universo y la misma línea poética.
-¿Limpiar nuestros orígenes o borrarlos del todo?
También hay un complejo con la bastardía, con el no lugar, con el no ubicarse y tener un lugar de iniciación desde el cual poder clasificarnos como buenas personas y personas de estatus que ostentan cierta posición. Hay que ser blanco, católico o adherirse a ciertos valores, con una masculinidad férrea, que no sea porosa.
Toda esa búsqueda pasa por ‘Somos gente bien’, del querer ser más de lo que ya es, que por debajo cultiva un complejo de inferioridad y no aceptación.
-Historias de los años noventa y comienzo del nuevo siglo, ¿la sociedad sigue con esos mismos males?
Se ha ido transformando en la medida que el mundo se ha ido transformando, con el tráfico de culturas, la globalización a gran escala y la tecnología. Las sociedades son menos homogéneas, más virtuales y desmarcadas de su territorio, pero siguen buscándose en esos estereotipos de querer ser ‘gente bien’, de cualquier manera.
Eso lo vemos en Barranquilla, donde se siembran palmeras en vez de guayacanes. Dividieron Barranquilla entre una Miami mal hecha y la Barranquilla popular, que es de donde vengo yo.
UNIDOS ENTRE SÍ
-Varios de los cuentos están unidos entre sí por frases, hechos o momentos, ¿cómo surgió esta idea?
Primero escribí el cuento del autista, que nace de una anécdota que fue verdad, donde unos primos llegan de La Guajira y llevan al hombre a donde las prostitutas para que se cure del autismo. Me pareció que era lo mejor que los dos cuentos, este y del niño que el papá lo lleva para que ‘se vuelva hombre’, estuvieran unidos entre sí, mostrando cómo aún muchos creen que todo se soluciona con sexo, disolvamos todas las preocupaciones en el sexo, como una suerte de yagé. Todo se resuelve en el placer, y en realidad lo que encontramos son familias destruidas.
-¿Otro de los cuentos toca el tema del alcoholismo?
En el Atlántico, en una época, a los profesores les pagaban con ron blanco que era incautado por ser de contrabando y los profesores lo vendían a las tiendas en Barranquilla.
¿Cómo dimensionamos esas contradicciones?
El narrador del cuento nombra ese tipo de cosas, que en medio de tanta fiesta y tanto caos a la vez, su familia le reprocha por ser alcohólico. Creo que ese es el tono de todos los cuentos, estamos mal aprendidos.
-También el machismo tan presente en una sociedad como la colombiana…
También el machismo, no sólo desde la homosexualidad, sino desde la mujer que asume la cocina como su hábitat natural. Aquella que deja preparando la comida mientras con el cuchillo quiere asesinar a su marido, pero no le queda tiempo y debe volver a la cocina para terminar de hacer la comida que le dará al hombre que aspiraba matar. Es siempre la imposibilidad de desmarcarse y se perpetúan patrones de lo que debería ser.
-Presenta un Caribe colombiano más allá del color, la alegría y la fiesta…
Muchos vallenatos le cantan a la mujer, le dicen que es su elegida, pero a la vez están saliendo con otras, y muchas mujeres se sienten halagadas porque les dediquen esas canciones, que se sientan como ‘la oficial’.
Con capas de poesía y romanticismo, existe un maltrato donde se le dice a la mujer que está sometida y se debe sentir bien con eso.
Yo crecí escuchando a Diomedes, con toda esa violencia disfrazada de poesía, donde se afirma que en el hombre casi no se nota si se da una ‘canita al aire’, mientras que en la mujer es el peor de los pecados.
-¿Le interesa el género de la novela?
Yo tengo una novela que fue finalista en el Premio Clarín 2020, pero no he querido desempolvarla porque siento que tiene un defecto estructural que todavía estoy trabajando.
No es que la novela sea más difícil, es que es diferente. Hay que tener claros muchos puntos y más cuando te alejas de los primeros impulsos. Hay que tener la memoria muy fresca y mantener el ritmo, y que no termines haciendo una novela dentro de otra novela.
De Colprensa para Nación Costeña.