Otra vez, el Caribe colombiano es manchado por la ignorancia y la irresponsabilidad. Tras conocerse el intento de atentado contra el candidato presidencial Miguel Uribe, se identificó al presunto responsable como alias ‘el Costeño’. Y desde entonces ha tomado fuerza la tendencia de que los cachacos de Bogotá, cada vez que titulan una noticia, hablan del ‘costeño’. ¡Coman mierda! El alias del presunto bandido es ‘Chipi’, y como si eso bastara para definirnos a todos los costeños —entre los que hay afros y mujeres palenqueras valientes—, siguen con su cuento de alias ‘el Costeño’. Ese apodo criminal puede cargar sobre sus hombros a millones de personas dignas, trabajadoras y alegres. No, y no somos alias. No somos una nota roja. Somos Caribe. Somos historia viva.
¿Quién es el verdadero costeño?
Es el que madruga en Santa Marta para pescar con sus manos lo que otros derrochan. Es el que trabaja de sol a sol en las calles de Cartagena, esa ciudad que fue bastión de la libertad cuando el resto del país aún no despertaba. En sus callejones se gestó la resistencia de los cimarrones, se firmaron las primeras actas de libertad y se defendió la independencia con sangre negra y mestiza. El verdadero costeño es quien camina con la frente en alto por Barranquilla, ciudad que hizo del carnaval su forma de vencer la tristeza, de burlarse de la adversidad y de convertir la diversidad en fiesta. Es la cuna de la primera emisora de radio del país, del periodismo independiente, de la creatividad costeña que no se rinde.
Somos la Sierra Nevada de Santa Marta, sagrada y vigilante. Somos Valledupar con su caja y su guacharaca que le cantan al amor y a la vida. Somos San Andrés, resiliente y raizal. Somos La Guajira profunda, que resiste el olvido con coraje. Somos médicos, poetas, docentes, vendedores, artistas, luchadores. Somos hijos del tambor, del sombrero vueltiao, del sancocho al fuego y del vallenato que cuenta nuestras penas. No somos alias.
¡Ya basta de estigmatizarnos!
Nos han querido estigmatizar por décadas: primero por nuestro acento, luego por nuestra alegría, ahora por un apodo. ¡Ya basta! Si el señalado por este acto criminal tiene nombre y apellido, que se diga. Que respondan con pruebas, que lo juzguen con rigor, pero que no usen nuestro gentilicio como camuflaje de su flojera investigativa. Que no nos carguen culpas que no nos pertenecen. Díganle alias ‘Chipi’ si quieren, pero no manchen con su crimen el nombre de un pueblo que nunca se ha arrodillado.
Colombia le debe al Caribe mucho más de lo que reconoce: la independencia, la cultura, la música, la rebeldía, la economía portuaria, la alegría de vivir. Y lo mínimo que exigimos es respeto. No aceptamos que se reduzca nuestra identidad a un titular fácil.
A los medios cachacos de Bogotá no les gustan las regiones, les encanta el centralismo y ¡mandan cáscara! Esta editorial se escribe con dolor y con indignación: ¡no más alias ‘el Costeño’! Nos hacen daño y afectan nuestra región. Somos Caribe.
Somos historia, resistencia, coraje. Y no nos van a callar.